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Nueva York, 5 de julio.- Luis Fernando Cueto, autor peruano
nacido en Chimbote, que actualmente reside en Alemania, le pone pantalones
largos a la novela policial peruana con “Cosecha de Tiburones”; una novela a
punto de salir a las calles.
Con una obra novelística sólida, ha
publicado siete novelas y esta es la primera de corte policial, basada en parte
de su experiencia en la ex Policía de Investigaciones del Perú (PIP) y
testimonios recogidos en juzgados y las cárceles del Perú, retrata en “Cosecha
de Tiburones” cómo la política peruana desciende a los bajos fondos, en
maridaje con elementos del hampa, pero acota, que, felizmente, aún hay espacio
para la esperanza.
“Yo siempre tengo esperanza en el Perú,
en todos mis libros soy crítico, atisbo los movimientos sociales que ocurren,
pero de alguna manera siempre atisbo una luz de esperanza. Uno de mis libros,
por ejemplo, se llama 'Ese Camino Existe’. Creo que ese es un camino sobre para
los jóvenes, porque una nación no puede perder la esperanza, la proyección al
futuro. El día que se acabe esa proyección y esa esperanza se acaba la nación”, dice, Luis Fernando.
Cueto construye una obra de ficción,
con muchos hechos reales, desde un caso particular: el ascenso y declive del
presidente de la región Ancash, César Álvarez, quien mal manejó y dilapidó
cerca de mil millones de dólares del Canon Minero. Álvarez, actualmente en
prisión, fue el primer requisitoriado por el caso de corrupción de la
constructora brasileña Odebrecht, el más grande de América Latina, iniciado por
el Departamento de Justicia de los Estados Unidos.
El caso de Álvarez es paradigmático: se
alió con el hampa, policías corruptos y prensa corrupta para asesinar a sus
enemigos y tener el poder absoluto en su región, y este le sirve al novelista
para retratar cómo la sociedad peruana está presa de la corrupción, y los
mecanismos que cristalizan esa corrupción.
Sin embargo, esa esperanza de la que
habla su autor, se manifiesta en el ejercicio profesional de dos policías, dos
antihéroes: Diamantino Rojas y Virgilio Chacaliasa, que logran mandar a prisión
al político y su corte.
El autor, advierte desde el inicio de la obra, con
bastante ironía que: “Los personajes y hechos de esta novela son productos de
la ficción. Sin embargo, si alguno de ellos se parece a una persona o a un
hecho real, no es casualidad; es la pura verdad.”
La novela se inscribe dentro de novelas
del género como “¿Quién Mató a Palomino Molero?” de Mario Vargas Llosa o “Abril
Rojo”, de Santiago Rocangliolo, entre otras, con la particularidad que el lenguaje
empleado para trasmitir la materia literaria, usado por primera vez en una obra
de ficción de éste género, se remite al habla del hampa común.
Pero, ojo con esto, la técnica
literaria del autor y la cultura del mismo, hace que este uso no constituya una
simple página roja policial: amerita reconocerle el valor de una lectura amistosa,
domesticando las aguas bravas del caló gansteril, sin por ello dejar ser
interesante y cautivante, como el mejor thriller de acción.
Dicho esto, en toda la novela policial
escrita en el Perú, nunca se han preocupado por rescatar el lenguaje del hampa,
del sistema judicial -y en su esencia una novela es un artefacto construido con
palabras- por eso es que los editores españoles hablan que esta es la primera
novela policial “a la peruana” que han podido leer.
Fernando Cueto, en el Museum Ludwig Köln (Museum Ludwig) de Alemania.
“Yo he tenido una experiencia de vida,
porque he pertenecido a la PIP por diez años, he sido abogado, y para la novela
he visitado las cárceles para documentarme de los personajes, por eso es que he
podido poner en ésta novela ese grado de credibilidad con el lenguaje. En
último caso la opinión de los lectores, será la que dirá en qué grado lo hemos
conseguido,” dice el escritor.
“Cosecha de Tiburones”, no es la
clásica novela policial a lo Sherlock Holmes o Agatha Crhistie, donde se
resuelve un enigma o se encuentra al asesino. Tampoco es el policial
estadounidense a la norteamericana tipo Hard Boiley, donde son policías rudos y
se enfrentan a todos y al final son casi héroes”, apunta, Cueto.
“En el policial Latinoamericano, es
distinto: hay antihéroes”. Dice Cueto “No hay que resolver un enigma: quien es
el autor del delito: aquí sabemos quién es el corrupto. Lo difícil es llevarlo
a la justicia, y lo más difícil, casi imposible, es restituir un orden
ciertamente justo, porque todo está contaminado”, finaliza, Fernando Cueto.
Con una obra literaria extensa, de
poesía, cuento, ensayo y novela Luis Fernando Cueto es un escritor consagrado:
otras novelas del autor, entre varias, son: “El Diluvio de Rosaura Albina”
(2014), “Ese Camino Existe” (2012), ganadora del premio Copé de Oro de Novela
(2011), “Balada para Los Arcángeles” (2019).
Para libros pueden comunicarse con el autor
en:
https://www.facebook.com/luisfernando.cuetochavarria
Luis Fernando Cueto, reside actualmente
en Colonia, Alemania, es abogado y Master en literatura española e
hispanoamericana por la universidad de Barcelona, “Cosecha de Tiburones” es su
primera novela policial.
Si desea saber más de "Cosecha de Tiburones" y entrevistas al escritor Luis Fernando Cueto ingrese a:
ACERCA
DE “COSECHA DE
TIBURONES”
A raíz del asesinato de un periodista, ocurrido en una ciudad del norte del Perú, un teniente de la policía inicia una investigación que lo llevará a descubrir que el presidente regional dirige una organización criminal. Este ha corrompido a las autoridades locales, también a congresistas y ministros de la República, y pretende apoderarse del dinero que la Región ha recibido de Canon Minero. En esas circunstancias, el teniente se ve precisado a realizar una investigación encubierta, extraoficial, clandestina. Se suceden nuevas muertes, se desata una guerra entre sicarios, parece que la violencia no tiene fin, pero un hecho inesperado cambia las cosas. No obstante, cuando parecía que el caso se ha resuelto, el teniente se da cuenta de que, sobre la mafia que ha combatido, hay otra mafia mayor, todopoderosa, que domina todo el país.
EL
AUTOR
Luis Fernando Cueto nació en Perú, en 1964. Ha estudiado Derecho y Literatura.
Perteneció a la Policía de Investigaciones del Perú y, aparte de realizar
labores de investigación criminal, estuvo destacado en la zona de emergencia
durante la violencia política de Sendero Luminoso. Lleva más de treinta años
dedicado a la escritura y ha desarrollado casi todos los géneros. En poesía, ha
publicado Labra palabra y Raro oficio. En cuento, El hereje.
En novela Lancha varada; Llora corazón; Días de fuego (Premio
de Novela Política); Ese camino existe (Premio
Copé de Oro); El diluvio de Rosaura Albina; Los Chuchan’s
Boys; y Balada para los arcángeles.
En ensayo también podemos encontrar El mito de Orfeo, El libro de la resistencia (obras publicadas por
la Universidad Mayor de San Marcos y la Academia de la Lengua del Perú) y Viaje a través de la piel. Es magister en Literatura
Española e Hispanoamericana por la Universidad de Barcelona y está doctorando
en Filología por la misma universidad. También ha fundado el círculo de
difusión cultural “Harawi” en dicha ciudad. Ha recibido importantes
distinciones y dictado conferencias en varias universidades y centros
culturales de América y Europa. Actualmente radica en Colonia, donde prepara
nuevas obras y escribe artículos sobre diversas materias.
«El crimen, la manera en cómo se desarrolla y se combate, refleja una
sociedad. Las novelas policiales latinoamericanas, como la argentina o
mexicana, así lo demuestran. Sin embargo, la sociedad peruana, pese a tener una
criminalidad tan alta y peculiar, hasta ahora no tenía una novela policial que
la reflejara. Esta obra pretende ser una novela policial distinta “a la
peruana”. En ella, el lector va a contemplar el rostro sórdido de una sociedad,
aquel que está desfigurado por la corrupción, el sicariato, el narcotráfico, y
va a comprender por qué un país inmensamente rico vive postrado en la miseria».
Una
Muestra
«Detiene sus pasos, agranda los ojos, qué chucha es esto, un perro
petate, unos carros llevan la cabeza por el norte y, otros, empujan las patas
hacia el sur y, en el centro de la pista, las tripas, los huesos y el pellejo
han formado una masa delgada y compacta, adherida al asfalto por las idas y vueltas
de las llantas. Carajo, así estoy yo, como ese pobre animal, jaloneado de un
lado a otro, yendo en dos direcciones, como un mal equilibrista, un pie hacia
adelante, y el otro hacia atrás, con el riesgo de resbalar en cualquier momento
y sacarme la gran puta. Es jodido vivir así, se pierde el sentido de la
realidad, la realidad parece una burbuja, un globo que crece y crece, lleno de
vacío, por las puras, quizá se enteren de su existencia más adelante, cuando el
equilibrista caiga y reviente, mientras tanto, hay que actuar en dos cuerdas.
Qué tal frasecita que se inventó este Chacaliasa. Pasar piola, hacerme el
muertito, y vivir en el aire, entre la realidad y la irrealidad, hacer dos
investigaciones paralelas: una, la verdadera, llena de mentiras, para mostrar
al jefe, otra, la falsa, llena de verdades, para mostrar a la Justicia, algún
día, cuando esa Justicia, en vez de premiarte, no te vaya a pegar un tiro en la
nuca. La verdad mentirosa no te da seguridad, te puede caer encima en cualquier
momento y dejar tirado al borde de un camino, bien muerto, acabar como acabó mi
padre, y la falsedad verdadera no te da ninguna esperanza, te dice que tengas
fe, que aguantes, que esta mierda no puede durar para siempre, que tal vez
mañana, si hay un cataclismo, el Perú puede cambiar, concha su madre.
Cabello lacio siempre caído sobre los ojos, pómulos prominentes, aguileña nariz sudorosa, mejillas gordas y chaposas, como de un niño que recién despierta. El teniente Diamantino Rojas camina con un pasitrote cómico, patizambo, mira a los costados, hacia atrás, por si las moscas, son las dos de la tarde, no hay mucha gente en la calle, pero quiere estar seguro de que nadie lo sigue, carajo, tal como están las cosas, no vale confiarse. Va por el centro de la ciudad enfundado en su eterno saco de cuero marrón, siempre lo usa, haga frío o calor, ya ha dejado su marca indeleble a la altura del cuello, una franja negra, pringosa, de tanto que le suda el pescuezo. Está un poco desorientado, apabullado por los acontecimientos que a diario suceden en El Progreso, quisiera hacer un informe, dar cuenta a la Superioridad, pero sabe que eso es imposible, ni cojudo que fuera, qué podría decir, señor director de la Policía Nacional, doy cuenta que esto y lo otro está pasando en la Región Bonanza, y zuácate, vienen y me cortan la cabeza. No, ni cagando, prefiero esperar, tener paciencia, tal vez algún día las cosas cambien, ocurra ese cataclismo, y podamos cantar somos libres, hasta mientras es mejor hacerse el cojudo».
Media
Por otro lado, independientemente de que colaboréis realizando vuestra reserva o no, en ocasiones no se puede, sería una inestimable ayuda que os hicieseis eco de esta campaña a través del boca-oreja o por redes sociales... la Cultura, Distrito 93 y Luis Fernando Cueto os lo agradeceremos.
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